LA MUERTE DE HIALMAR

20.09.2020

Mitos y tópicos unas veces ensalzan y otras denostan a los pueblos del más lejano norte. Una mezcla de romanticismo y temor envuelven nuestras ensoñaciones cuando aparece en escena aquella raza de navegantes guerreros que asolaron Europa entre el siglo VIII y el año 1100 de nuestra era.

En realidad, más que a unas gentes, el término vikingo hace referencia a una era, la época de la salida al mar de las gentes del sur de Escandinavia y de sus incursiones en Europa, Asia y América como piratas y saqueadores sí, pero también como comerciantes, colonos y creadores de reinos. Los vikingos de los siglos VIII al XII eran, por tanto, el mismo pueblo de origen germánico que hoy sigue habitando en Noruega, Suecia, Dinamarca e Islandia, en las Faroe y en las Shetland, y ello sin olvidarnos de su pronunciada influencia en la costa norte y oriental de Irlanda, en Inglaterra y en la Normandía francesa.

La era vikinga comenzó en el año 793 con el ataque al monasterio inglés de Lindisfarne, que es el primer ataque vikingo que se conoce. El acontecimiento que marca el final de sus días de gloria es la muerte del rey Harald Hardrada en la batalla de Stamford Bridge en 1066.

Los ataques, el saqueo sistemático, la colonización y el comercio llevaron a los vikingos hacia muchos lugares y en múltiples direcciones. Al principio, sólo unos pocos vikingos navegantes sobrevivieron a las duras travesías, pero las flotas aumentaron y muy pronto había cientos de los llamados drakkar o largos barcos vikingos. Con ellos cruzarían el Mar Báltico y los ríos de Rusia hasta alcanzar, en los mares Negro y Caspio, Bizancio y el Califato de Bagdad. Fueron también los primeros europeos en llegar a Groenlandia y América del Norte. De hecho, el explorador vikingo Leiv Eriksson navegó hasta las costas del continente americano alrededor del año 1.000, es decir, cinco siglos antes de que lo hiciese Cristóbal Colón.

Los vikingos fundaron varias colonias y ciudades, entre ellas Dublín, en Irlanda, y la región francesa de Normandía. Dublín se mantuvo como un importante asentamiento durante más de 300 años. Entre 879 y 920, los vikingos colonizaron Islandia, que a su vez se convirtió en trampolín para la posterior colonización de Groenlandia. Los restos de un asentamiento vikingo encontrados en L'Anse aux Meadows, en la isla de Terranova (Newfoundland), se han fechado, gracias a las pruebas de carbono, en torno al año 1.000.

Eran temerarios por naturaleza, ya que su actitud a la vez valiente y fatalista les llevaba a asumir grandes riesgos. Los grupos de asalto parecían tener una extraordinaria habilidad para evitar pérdidas, ya fueron en batallas terrestres o bien durante peligrosas expediciones marítimas. El número de muertes a causa de la guerra resultó, en algunas ocasiones, tremendamente elevado si se compara con el total de población vikinga. Sin embargo, eso no colmó las ansias de conquista y exploración que mantuvieron durante 250 años.

Los vikingos son conocidos, con todo merecimiento, por sus permanentes saqueos. Al mismo tiempo, sin embargo, muchos de ellos vivían de forma pacífica como comerciantes o granjeros, y muchas expediciones tenían como objetivo acuerdos de trueque. Los que en vez de participar en los saqueos marítimos decidían quedarse en sus casas mantenían a sus familias con actividades agrícolas simples. El día a día de estos vikingos era seguramente bastante duro, pero ellos se lo tomaban con alegría. La bebida vikinga más famosa es el hidromiel, un brebaje alcohólico parecido a la cerveza y endulzado con miel.

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