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26.09.2020

La literatura danesa nació en torno al año 1200, cuando el monje Saxo, en su celda del Monasterio de Sorø -según la tradición, el actual Klosterport, conservado y habitado hasta la fecha- escribió en un deslumbrante latín su colosal obra, la Historia Danesa (especialmente 1999). Se trata de una narración histórica de corte político ya la vez de un libro fantástico, rebosante de leyendas sobre la época de los antiguos reyes y repleto de emocionantes relatos, que desde el Renacimiento -el libro se imprimió por vez primera en París en 1514- hasta finales del siglo XIX ha contribuido a acuñar y mitificar la conciencia nacional danesa. Saxo es, por ejemplo, la fuente del Hamlet que Shakespeare convertiría en protagonista de una de sus obras más célebres.

Siempre se ha considerado al dramaturgo, historiador y moralista Ludvig Holberg (1684-1754) el padre de la literatura danesa. La teatral danesa tiene su arranque, y quizás también su única cima duradera, en las veinticinco comedias que, en un frenético arrebato de inspiración, escribió para algo que en aquel tiempo resultaba tan novedoso e insólito como un escenario danés, el teatro Lille Grønnegade , que existió entre 1722 y 1728.

Con el prerromántico Jens Baggesen (1764-1826) y la principal figura del primer Romanticismo, Adam Oehlensläger (1779-1850), la literatura danesa volvió a ganar terreno en Europa. Baggesen escribió en alemán más de la tercera parte de su obra, ya pesar de que su gran poema épico Parténides o el viaje a los Alpes (1802-1803), editado en varios países, figura en el panorama europeo como una de las principales obras literarias de su época, no apareció en danés hasta 1965.

Hans Christian Andersen (1805-1875) llegó mucho más lejos que Oehlenschläger en lo que a fama y celebridad se refiere. Andersen siempre admiró al poeta y durante toda su vida se sintió cautivado por la mitología del artista que éste había creado en y con su drama épico de corte fantástico Aladino o la lámpara maravillosa (1805). Las novelas y los cuentos de Andersen triunfaban en muchos países a partir de traducciones alemanas y más tarde inglesas ya en los años treinta y cuarenta de ése mismo siglo, y en 1859 el diccionario biográfico Vapereau se refería a él como uno de los autores más originales de la literatura europea del XIX. Al igual que Oehlenschläger, Andersen trabajó sin descanso para hacerse un lugar como artista y literato en los círculos culturales de la Europa de su tiempo.

Con Andersen tiene lugar el paso del Romanticismo a un primer Realismo e incluso a tendencias y formas de expresión que apuntan hacia lo que mucho más tarde encontraron los precursores del modernismo danés del siglo XX.

El filósofo Søren Kierkegaard (1813-1855), contemporáneo de Andersen, también maneja planteamientos y formas de expresión muy adelantados a su tiempo, en el que, por otra parte, simplemente se le consideró un fenómeno marginal. En el transcurso del siglo XX quedó consolidado como el fundador del existencialismo internacional.

La figura de Nikolai Frederik Severin Grundtvig (1783-1872), pastor, escritor, reformador de la enseñanza y de la Iglesia, tuvo una enorme proyección en la cultura y la sociedad danesa, proyección que llega incluso hasta nuestros días. Su proyecto educativo basado en la instrucción y formación pública en escuelas sin exámenes -las escuelas superiores populares-, que tan honda huella ha dejado en la cultura y la política de Dinamarca, fue en muchos aspectos un fenómeno de orientación tan nacional que en su época no despertó ninguna curiosidad más allá del norte de Europa. Los primeros indicios de la influencia de Grundtvig no aparecerían hasta el siglo XX, de manera esporádica y en lugares tan dispares como la Universidad de Tokai, en Japón, o los modelos de instrucción popular ensayados en algunos países africanos en vías de desarrollo. (netpublikationer.dk)

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